la mina del chiflon del diablo

la mina del chiflon del diablo

martes, 5 de octubre de 2010

Lo primero es velar por la seguridad del turista, así es que nos entregan un casco dotado con equipo de iluminación, el cual es atado a la cintura y nos enseñan como se enciende. Trámite concluido nos dirigimos a los ascensores que nos llevaran varios metros bajo el mar e iniciaremos el recorrido por parte de la historia del carbón, del minero y de esta ciudad que hoy reclama su lugar en la memoria del país.
Sencillos ex mineros salen a nuestro encuentro anunciándonos la pronta salida (o bajada) del siguiente tour hacia el interior de la mina. Nos sorprendemos con la amabilidad y los saludos. Los visitantes quedarán con gratos recuerdos de esta visita y como en la sencillez abunda la riqueza. Me detengo para destacar la capacidad de adaptación que tuvieron estos ex mineros, quienes al cierre de la mina fueron beneficiados con programas de reconversión que los llevaría a adoptar nuevos oficios y tareas muy distintas a la desarrollada por años, por ellos y sus antepasados. Pero estos ex mineros que nos atienden con cortesía propia de profesionales del turismo son la excepción, la mayoría de los programas de reconversión no tuvieron los resultados esperados y Lota se hunde en la desesperación de la cesantía y la pobreza.
Por breves instantes nuestro guía turístico nos invita a apagar las lámparas adosadas a nuestros cascos. El resultado es la oscuridad absoluta, el negro más profundo, o mejor dicho El Alma del Carbón. A decenas de metros de profundidad bajo el nivel del mar hacemos un recorrido por la Mina Chiflón del Diablo a la cual llegamos desde Concepción no sin dificultad pues no hay señalización y fácilmente se pasa de largo por el cruce que nos lleva a este sitio histórico. El desvío dice “Subterra”, en los cierros de madera de una sencilla parroquia casi a la entrada de Lota, desde allí hacía la costa llegamos a una bifurcación y nuevamente a adivinar cual de los dos caminos hay que escoger, optamos por el más confiable, y por fin llegamos al letrero que dice “Visite el Chiflón del Diablo”.
Por breves instantes nuestro guía turístico nos invita a apagar las lámparas adosadas a nuestros cascos. El resultado es la oscuridad absoluta, el negro más profundo, o mejor dicho El Alma del Carbón. A decenas de metros de profundidad bajo el nivel del mar hacemos un recorrido por la Mina Chiflón del Diablo a la cual llegamos desde Concepción no sin dificultad pues no hay señalización y fácilmente se pasa de largo por el cruce que nos lleva a este sitio histórico. El desvío dice “Subterra”, en los cierros de madera de una sencilla parroquia casi a la entrada de Lota, desde allí hacía la costa llegamos a una bifurcación y nuevamente a adivinar cual de los dos caminos hay que escoger, optamos por el más confiable, y por fin llegamos al letrero que dice “Visite el Chiflón del Diablo”.
Este canal subterráneo recibe su nombre por las fuertes y violentas corrientes de aire que recorren sus casi 850 metros, que producen chiflidos... eso "del Diablo" es para aumentar la idea de lo fatal e inevitable... Basta recordar el citado cuento.  Esta mina tiene un "sistema" de ventilación natural, y es la única en su tipo abierta al público en el mundo.
os ex-mineros, que desde el cierre de la mina ofician de guías de turismo, acompañan a los turistas contando anécdotas, costumbres, sueños, mitos, leyendas y bromas e incluso invitan en un momento del recorrido a apagar las linternas y escuchar al gran protagonista de esta historia: el viento.
    
Además de ser única por no necesitar oxígeno en su interior, esta mina es un claro ejemplo de la minería denominada “por pilares”, muy característica del siglo XIX, lo que se puede apreciar en un recorrido llamado “Juan Fariña”.
    
Al día de su cierre definitivo, en 1997, trabajaban en ella 3.000 mineros y muchos de ellos conservan en Lota la esperanza de que algún día la mina vuelva a operar.
“Chiflón del Diablo” la bautizaron los mineros que trabajaron allí durante décadas hasta que la explotación del carbón dejó de ser rentable; hoy, en Chile el carbón se importa.
    
Esta es la única mina del mundo ventilada en forma natural, de ahí su nombre de “chiflón”. Se puede apreciar a simple vista mientras nos acercamos al hueco principal que es la entrada.
    
“Chiflón 1” y “Chiflón 2” rezan los carteles que además enseñan algunas frases y códigos propios de quienes por años han hecho de las profundidades de la tierra su segunda casa y una gran familia.